Todo empezó hace años tras un encuentro fortuito...

Este fósil se convirtió en una pieza clave en la búsqueda de Nizar Ibrahim.

En 2006, Nizar Ibrahim se encontraba en una pequeña aldea de Marruecos. Ibrahim es paleontólogo, un científico que estudia fósiles. Y además es un Explorador de National Geographic.


Acaba de estar recolectando fósiles en el Sahara, no lejos de la aldea. Estaba a punto de irse de Marruecos y volver a casa para estudiar sus hallazgos. Pero antes de marcharse decidió hablar con algunos de los buscadores de fósiles locales. Se preguntaba si alguno de ellos habría encontrado algún fósil que diera pistas acerca de los fósiles que él mismo había encontrado.

ÁFRICA

Marruecos

cajas de fósiles encontrados en Marruecos

Un hombre se acercó a Ibrahim con una caja con los fósiles que había encontrado. Era un hombre con bigote. Pero a Ibrahim le interesaba más el contenido de la caja que aquel hombre. Entonces no pudo imaginar que aquel tipo con bigote acabaría siendo una pieza clave de esta historia.


De todos aquellos fósiles, uno llamó la atención del explorador. Era largo y aplanado. Nunca había visto nada parecido. Pensó que podría formar parte de una espina dorsal o quizá de una costilla. No estaba seguro. Pensó que podría ser importante, así que compró la caja.


Después de vender su caja, el hombre con bigote desapareció. Pasaron años hasta que Ibrahim volvió a pensar en el fósil y en el hombre que se lo vendió. Y sin embargo, aquel fósil lo llevó hacia un viaje increíble. Al final, descubrió uno de los dinosaurios más extraños que jamás haya vivido.

Ibrahim estaba tratando de recomponer un dinosaurio desconocido a partir de los fósiles que había encontrado.

Una imagen del pasado

Ibrahim dedicó su vida a estudiar los dinosaurios. Viaja a menudo al Sahara para buscar huesos fosilizados. Para reconstruir el pasado, Ibrahim aplica el proceso científico. Estudia los huesos, observa su forma y el lugar donde fueron hallados, y piensa a qué parte del animal corresponden los huesos. Luego plantea preguntas clave para formular una hipótesis, o posible explicación, de cómo vivían estos animales ancestrales.


Para muchos, el Sahara es un lugar seco, ventoso y desolado. Pero cuando Ibrahim mira hacia ese desierto, ve algo diferente.
Se imagina cómo sería este lugar hace 95 millones de años.
En vez de arena, ve ríos y pantanos rebosantes de vida. Un lugar donde moraban tortugas gigantes, enormes cocodrilos y peces del tamaño de un auto. Reptiles voladores surcaban estos cielos. Tres de los dinosaurios carnívoros más grandes del mundo eran terrestres.

La búsqueda del espinosaurio requirió mucho trabajo y perseverancia.

Ibrahim y su equipo estudian una sección de la cola del espinosaurio.

Algo urgente

Un día, Ibrahim recibió un mensaje de unos paleontólogos italianos. Sus amigos le dijeron que tenía que ver unos fósiles, que seguro le resultarían interesantes.


Al llegar, Ibrahim vio ante él, en el sótano de un museo, una serie de fósiles. Se trataba de huesos planos y alargados. Sus amigos pensaron que aquellos huesos procedían de Marruecos. A Ibrahim le resultaban muy familiares. De hecho, se parecían mucho a aquel fósil que Ibrahim compró años atrás a aquel tipo con bigote.


Estos huesos también le recordaron algo importante. Le recordaron a unos dibujos y fotografías que vio de niño en un libro de dinosaurios. ¿Podrían estar relacionados? Ibrahim empezó a trabajar con una nueva hipótesis.

Un dinosaurio diferente

Los huesos que Ibrahim recordaba de aquel libro fueron descubiertos por un científico alemán. Aquel científico desenterró esos extraños huesos en el Sahara.


Este dinosaurio era más grande que un tiranosaurio rex. Tenía mandíbulas alargadas y dientes muy afilados de forma cónica. Además tenía una enorme vela en la espalda. El científico alemán lo llamó spinosaurus o espinosaurio.

Sólo se habían encontrado dos esqueletos de espinosaurio y ambos estaban incompletos. Los esqueletos estaban expuestos en un museo de Alemania, pero fueron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial. Sólo se conservaron las notas y las viejas fotografías de los científicos.


Ibrahim pensó que su fósil y los que vio en Italia podrían ser de espinosaurio, pero necesitaba pruebas. Necesitaba más huesos. Así que tendría que regresar a Marruecos. Y tendría que encontrar al hombre del bigote.