Ibrahim trabaja despacio y con mucho cuidado.

Tras el rastro

Era una locura. Ibrahim lo sabía. Habían pasado cinco años. No sabía el nombre, ni la dirección de aquel buscador de fósiles. Todo lo que sabía de él era que tenía bigote. No era mucha información que digamos. Aun así, Ibrahim estaba decidido. Si pudiera encontrar al buscador de fósiles, quizá podría hallar el espinosaurio.


Ibrahim regresó a aquella pequeña aldea marroquí y, con todo en su contra, emprendió su búsqueda. Pasaron los días. Nadie parecía saber ni quién era ni dónde estaba el buscador de fósiles.

El tiempo se agotaba. Ibrahim estaba abatido. Parecía una misión imposible. Durante su último día en Marruecos, Ibrahim se sentó a beber con dos amigos en un pequeño café. Sentía cómo su sueño se evaporaba.


Y entonces miró hacia arriba. Junto a su mesa vio pasar a un hombre alto vestido de blanco. Le resultaba familiar y tenía bigote.


Ibrahim se levantó de un brinco y le siguió. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Corrió hasta él y le miró a la cara. ¡Era el buscador de dinosaurios! Ahora el hombre del bigote sólo tenía que llevarle al lugar donde halló los fósiles.

Ibrahim regresó al desierto a buscar el espinosaurio.

Ibrahim trabaja en equipo para descubrir más huesos de espinosaurio.

¡Un descubrimiento!

El hombre del bigote escuchó a Ibrahim atentamente. Entendió cuál era la misión de Ibrahim y por qué era tan importante. Estuvo de acuerdo en llevar a Ibrahim al lugar donde había hallado los fósiles.


Al día siguiente, los dos hombres marcharon en auto hasta el Sahara. El buscador de fósiles detuvo el vehículo. El resto del recorrido tendría que hacerse a pie. Subieron por una pronunciada pendiente que no se veía desde la carretera. A media ladera se encontraron con lo que parecía una pequeña cueva. Fue allí donde el buscador de fósiles había estado excavando.


Ibrahim entró en el agujero, temblando de nervios. Aguantó la respiración. Usando herramientas especiales, empezó a apartar delicadamente una capa de arena y roca. Pasados unos minutos encontró los primeros huesos. Ibrahim los observó detenidamente y sonrió. ¡Al fin encontró su espinosaurio!

Reconstruir la bestia

La búsqueda del espinosaurio había terminado, pero el trabajo en la ladera de la colina acababa de empezar. Al parecer, muchos grandes dinosaurios predatorios vivieron en esa zona al mismo tiempo. ¿Significaba eso que todos competían por el mismo tipo de presas? Ibrahim comenzó a formular una hipótesis sobre cómo el espinosaurio podría haber vivido con otros grandes predadores. Para demostrar su teoría tendría que realizar un experimento. Ibrahim tendría que recrear un espinosaurio.


El primer paso fue juntar todos los fósiles que había encontrado para ver cómo podría haber sido este dinosaurio. No tenía todas las piezas, pero había suficientes para ir empezando. Su método consistía en crear un modelo digital en una computadora a partir de lo que sabía hasta ese momento.


Luego, en colaboración con otros científicos, recreó una piel para su modelo. Finalmente, tenía ante él un espinosaurio completo. Y aquella reconstrucción le sorprendió. Era muy diferente a todos los demás dinosaurios que había visto hasta entonces.

Este hueso de pie de espinosaurio fue encontrado en el yacimiento.

La cabeza del espinosaurio era fina y alargada.

Hasta que Ibrahim creó su modelo, los científicos creyeron que el espinosaurio pasaba la mayor parte del tiempo en tierra firme. Al ver la apariencia de este dinosaurio, Ibrahim se dio cuenta de que probablemente no era un animal terrestre.


Ibrahim llegó a la conclusión de que este dinosaurio pasaba la mayor parte del tiempo en el agua. Es probable que usara su larga cola para impulsarse por el agua.
Probablemente usaba sus patas palmeadas para remar.
La posición elevada de las fosas nasales le permitía mantener la cabeza sumergida mientras acechaba a sus presas. Esta es la razón por la que el espinosaurio pudo vivir con otros dinosaurios carnívoros. Cazaba dentro del agua.

Hacer un modelo

El cuello y el cuerpo del espinosaurio son más largos que los de otros dinosaurios. Las patas traseras del espinosaurio eran cortas y tenía unos antebrazos muy fuertes. Sus pies eran anchos y aplanados. A Ibrahim le recordaban a remos o palas.


Ibrahim estudió detenidamente el cráneo del espinosaurio. Tenía el morro largo, pero las fosas nasales estaban muy cerca del cráneo. Y luego estaba la vela. Tenía una longitud aproximada de 1.8 metros (5.9 pies) y una altura de más de 1.8 metros (5.9 pies).

Las patas traseras del espinosaurio eran anchas y probablemente palmeadas para ayudarle a nadar.