Después de la larga caminata por la vaporosa selva lluviosa alcancé, al fin, una larga y angosta pasarela. Ante yacía la Garganta del Diablo. Podía oír su bramido uniforme. A cada paso, el fragor se hacía más potente.

Me acerqué lentamente hasta el borde de la pasarela y me asomé sobre el mirador para ver la descomunal catarata. El salto de agua dejaba una neblina suspendida en el aire. En tan solo unos minutos estaba totalmente empapada.

Podía ver ante cómo el entero caudal del imponente río Iguazú se desplomaba sobre este precipicio en forma de U hasta el profundo y angosto cañón. Era sobrecogedor.

Agua grande

Las Cataratas de Iguazú, como el río que les da nombre, fueron bautizadas por los indígenas guaraníes. Iguazú quiere decir “agua grande”. El nombre no podía ser más adecuado: la cantidad de agua que lleva este río hacia las cataratas es estremecedora.


El flujo promedio del río es rápido. Y durante la temporada de lluvias, ese caudal puede llegar a multiplicarse por siete. ¡Esa es una cantidad de agua suficiente como para llenar cinco piscinas olímpicas en un segundo!

Cataratas de Iguazú

OCÉANO ATLÁNTICO

OCÉANO PACÍFICO

BraSil

Paraguay

Argentina

SURAMÉRICA

Las Cataratas de Iguazú son uno de los sistemas de cascadas más extensos de todo el mundo. Se encuentran en la frontera entre Argentina y Brasil, y tienen una amplitud de cerca de 2.7 kilómetros (1.7 millas). Durante la temporada de lluvias se forman más de 275 cataratas diferentes. En la estación seca, ese número se reduce a 150.


Alrededor de dos tercios de las cataratas caen hacia la parte argentina del río. Yo crucé la frontera a pie hasta Brasil. Para ver mejor las cataratas, navegué aguas arriba en una lancha. La embarcación se detuvo al pie de varios saltos de agua. ¡Menuda ducha!


Es muy difícil llegar a apreciar tal magnitud si no estás allí en persona. Cuentan que la entonces primera dama de Estados Unidos, Eleanor Roosevelt, dijo al ver las cataratas: “Pobre Niágara”. Las cataratas del Niágara, que se encuentran entre Estados Unidos y Canadá, están entre las más grandes del mundo. Pero las Cataratas de Iguazú son casi el doble de altas y más del doble de anchas.

La Garganta del Diablo, a vista de pájaro, separa Argentina de Brasil.

senda a la Garganta del Diablo

Argentina

Brasil

Garganta del Diablo

La leyenda de Iguazú

Las Cataratas de Iguazú tienen su propia leyenda, como muchos otros accidentes geográficos. Según el folclore guaraní, un dios en forma de serpiente vivía en el río Iguazú. Se llamaba Mboi, y era un dios con muy malas pulgas. Cada año, el pueblo guaraní hacía una ofrenda a ese dios para que no se enojara. Arrojaban a una joven a las aguas del río.


Naipi fue una de las jóvenes elegidas. Ella quería casarse con Tarobá, un guerrero de otra tribu. La noche antes del sacrificio, Naipi y Tarobá intentaron escapar en canoa. Pero Mboi los descubrió. Tarobá remó y remó con fuerza, pero el dios serpiente era demasiado poderoso. Sacudiendo el cuerpo como un látigo, formó nuevos recodos en el río.

Esto obligó a la pareja a avanzar más despacio. Pero Tarobá no se rendía, lo cual enojó aún más a Mboi. Su ira partió la tierra, formando una rocosa quebrada, la Garganta del Diablo.


Naipi cayó a un lado de la garganta y Tarobá al otro. Cuando el agua se desplomó al fondo, Mboi transformó a la joven en roca para que no se la llevara la corriente.


Y cuando Tarobá trató de ayudarla, Mboi le hundió las manos en la tierra. Los dedos del joven guerrero echaron raíces y su cuerpo se transformó en una palmera. Los jóvenes enamorados nunca volvieron a estar juntos. Pero en los días de sol, cuenta la leyenda, se unen sobre las cataratas en un amoroso arcoíris.

Un arcoíris se alza sobre las cataratas.