Cabras actúa con mucha cautela cada vez que cree haber hecho un descubrimiento. Pide a todos los miembros del equipo que se queden quietos. No quiere que ningún movimiento extraño espante al escarabajo. Y luego trata de fotografiar la escena completa. "Normalmente hago fotos de la planta nutricia [del escarabajo] y de su hábitat”, dice. Esas fotos aportan información a los taxónomos y a los conservacionistas.

Los territorios de muchos gorgojos joya, por ejemplo, se limitan a una mancha de bosque. Y solo comen ciertas plantas. Por eso para conservar un escarabajo, es vital conservar también su planta.

Hay otra razón importante por la que Cabras trata de captar la escena: “Ésta será la primera vez que algunos de mis colegas vean la especie viva”, dice. Nunca han visto ni sus hábitats ni las plantas en que viven.

Si es posible, Cabras toma un escarabajo a modo de muestra para estudiarlo con detenimiento en el laboratorio. “El trabajo en el laboratorio es similar: tienes que fotografiarlos y examinar [su anatomía]”, dice. Pero hay escarabajos pequeñísimos, de tan solo cinco milímetros (menos de un cuarto de pulgada). Hace falta tener mucha paciencia.

Pero eso no es todo. “Se requieren una serie de habilidades especiales y años de experiencia. Tienes que tener los ojos bien entrenados para mirar por el microscopio, pero también hay que adiestrar las manos”, dice Cabras. Los escarabajos han de ser diseccionados, es decir, cortados por la mitad, para ver sus estructuras internas. Para eso hacer falta tener buena vista y buen pulso. Y aun así, Cabras no puede fiarse de lo que ve con sus propios ojos.